Disculpadme por haber tardado tanto en volver a escribir. Y esta es mi excusa.
La vida se parece a una carrera de obstáculos.
A veces hay que correr. Saltar. Agacharse. O simplemente, levantarse del suelo, sacudirse el polvo y seguir adelante.
Tan solo hay que llegar a la meta, y muchos se pierden por el camino en el intento.
Y, el problema, está en que tienes que hacerlo en el tiempo, en TU tiempo.
Esta carrera no es una carrera justa, algunos tienen más obstáculos, otros están más lejos de la meta aunque el camino sea llano, les hay con menos tiempo del que dice el manual...
Por eso es también un juego de estrategia. No solo hay que correr, saltar, agacharse o levantarse.
Hay que ceder el paso. Seguir el camino más largo. Pararse un momento a respirar. Mirar hacia atrás.
Es que lo importante no es cuándo llegues, si no a dónde quieres ir...
¿Y qué ocurre cuando chocamos con una de esas paredes verdes de un enorme laberinto como los de los palacios de antaño? De repente estamos perdidos, en un callejón sin salida del que no sabemos cómo salir. No podemos volver atrás, porque nos dijeron que retroceder está prohibido. Pero si sacas el mapa con tus recuerdos, tus deseos, lo que quieres de verdad, tranquilo, míralo detenidamente. Busca el recorrido que has hecho, examina dónde te equivocaste. Da la vuelta. Es hora de cambiar el rumbo.
Nadie prohibió retroceder, retractarse, volver al pasado. Solo es que duele. Solo es que, quizá seamos demasiado orgullosos como para pedir perdón. Solo nos lo impedimos nosotros mismos.
¿Qué ocurre cuando pisas mal y te caes a uno de esos pozos profundos, de forma tan dolorosa que no te puedes levantar? No solo estás hundido, estás atrapado. Crees que no puedes levantarte. Crees que no habrá manera, y tendrás que quedarte entre el fango. Respira, concéntrate. Lo cierto es que solo cuando lleves allí suficiente tiempo como para olvidar la caída, te darás cuenta de que no fue tan grave, de que no mereció la pena pasar tanto tiempo ahí, quejándote y sin intentar nada.
Si caes, te levantas. Y si al intentar levantarte vuelves a caer, te levantas de nuevo, te agarras a todo lo que hay en la superficie, a los corredores que se paren a ayudarte. Verás como allí, entre la brisa, los compañeros, y el bonito paisaje que te espera delante, te olvidas del dolor. No tienes que dejar de intentarlo un segundo.
¿Qué pasa si de repente se pone a llover, y todo se pinta de negro? Estás solo, todo empieza a ir mal. No tienes paraguas. Calma... A veces hay tantas nubes que nos empeñamos en ver el día gris, cuando el sol arroja sus rayos entre ellas. Objetivamente hablando, siempre hay cosas buenas y malas. No te detengas a fijarte cómo se oscurece el cielo. El suelo es verde porque ella pasa a veces por allí. Tú eres fuerte porque te has enfrentado a ella en otras ocasiones.
La lluvia no es en sí una molestia, sino la forma en que la veas. Siempre hay relámpagos y truenos, puedes empeñarte en hacer un mundo de ellos, o en fingir no haberlos visto u oído. Lo cierto es que, lo mejor, es simplemente que los aceptes como son: aterradores a veces, y también hermosos.
Lo que nos hace más duro llegar a la meta, no es tener que enfrentarnos a cientos de obstáculos cada día... es que nosotros mismos nos impidamos superarlos.
Nos ponemos nuestros propios obstáculos, controlados por el miedo, el dolor, el orgullo, los prejuicios, el pesimismo...
En el fondo sabemos enfrentarnos a todo... pero no podemos, no nos controlamos a nosotros mismos.
Sabemos lo que hay que hacer, pero preferimos perdernos en un callejón fácil de diversión efímera.
Nos alejamos del final.
La felicidad.
Luchamos, lloramos, peleamos porque no hay otro remedio. Si consigues ser el ganador, o mejor dicho, uno de los ganadores, te das cuenta de lo que has desperdiciado, de lo que has dejado atrás, y sobre todo, de que ha valido la pena.
Y sin embargo, una vez la encuentras, ¡habría sido tan fácil si hubieras jugado de otro modo! Lo cierto es que nos sobra la mitad de lo que sufrimos.
En el fondo, la vida no se parece en nada a una carrera de obstáculos. Donde todos llegan a la meta. Donde cada uno controla la velocidad, el salto, lo que hay que hacer. Donde todos juegan con las mismas oportunidades. Donde nadie puede perderse por el camino...



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