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Miraba su cuadro favorito,


ese que representaba aquella lejana mañana de primavera, cuando de repente, como una luz en mitad de la niebla, tuvo una revelación.
          ––¡Maestro! ––corrió a sus aposentos–– ¡Ya lo sé! Sé cuál es el secreto de la felicidad.
          ––Te escucho ––respondió el anciano con una sonrisa.
          ––Los mejores momentos de nuestra vida no lo son por lo que estábamos haciendo en ellos, sino por quien estaba con nosotros, ¿no?

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