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Si la gente fuera luz
viviríamos en una discoteca, si brillara al compás de cada corazón. No es que el mundo sería más alegre, ni todos estarían bailando. Es que constantemente, estarían rompiéndose unas y fundiéndose otras. Algunas apagadas volverían a encenderse y otras brillarían con más intensidad.
Y eso es la felicidad: brillar con una luz más intensa por querer dar lo mejor de sí, y lucir una sonrisa radiante que diga que tu corazón ahora late con fuerza porque lo han reparado, o sencillamente porque alguien pulsó el interruptor.
Así funciona, es un sistema de retroalimentación donde unos están bien y otros están mal, y luego se cambian el turno, y algunos duran más y otros menos porque tomaron decisiones que fueron o no fueron acertadas. Y mientras algunos rompen a otros, los de más allá hacen felices a una persona o a todas las demás, queriendo o sin querer.
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