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Hubiera

Este tiempo del subjuntivo imperfecto, nacido del haber, es el verbo del arrepentimiento tácito, de la derrota anunciada, de la enseñanza despreciada. De todas las posibilidades -ante una o varias disyuntivas- es la elección del camino incorrecto, la convicción de la necedad, el verbo de la justificación intrínseca. El hubiera es el tiempo de la ideología de la equivocación, el paraíso del derrotado, del que decide hacer de su frustración una enseñanza. Es la palabra clave de la política mexicana, que usamos para imaginar que las cosas pudieron ser de otro modo y, gracias al hubiera, podemos conciliarnos con la mediocridad del presente y la impotencia del futuro.

El hubiera es la explicación cuando triunfa “lo menos peor”, es el punto de partida para repetir los errores y seguir fantaseando sobre otra historia que no fue. El hubiera es pasado y futuro hechos contradicción, algo así como los “recuerdos del porvenir”; es el verbo por excelencia de nuestro surrealismo y la acción que hace perdurar nuestros atavismos. El hubiera es la conciencia de nuestra impotencia, la verdad profunda de la mediocridad, una isla para salvarnos de nuestros naufragios. El hubiera es el culto a la derrota y se vive de lo inalcanzable. Se desea lo que no queremos ganar, pero podemos.


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