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L.G.G

La existencia era a menudo caótica y cruel, y la vida podía parecer a veces injusta y sin sentido. Pero, pese a ello, la mayor parte de los mortales agradecían estar vivos y luchaban por seguir en el mundo, por cada segundo de existencia. Ellos no sólo habían creado el mundo; ellos eran el mundo. Un mundo imperfecto, un mundo que seguía sus propias reglas, un mundo en el que los mortales sólo eran una pieza más, pero un mundo, al fin y al cabo. Ha-Din se sentía parte de ese mundo, y no le importaba que éste no girase a su alrededor. Daba gracias, simplemente, por existir en él.


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