Hay días que te despiertas y te quedas debajo de las sábanas pasando las horas. Has descansado pero no tienes fuerzas. Sabes por qué. No quieres enfrentarte a ti mismo. No te gustas.
Hay días que los errores parecen más graves, los defectos más grandes, el dolor más intenso. No te gustas a ti mismo. A veces te preguntas por qué y tras la respuesta solo hay silencio.
Mañana ya es ayer y nada ha cambiado, pero ¿qué esperabas?
Un día te darás cuenta de que tú no estás tomando ningún tren. Tú vives en la estación. Y no es una estación vacía, al contrario: cada minuto pasan cien trenes, pero tú sigues sin tomar ninguno. Tú no los ves, o tal vez veas alguno y te dé miedo saltar sobre la marcha. Quizá lo que temes es caer sobre uno y que te lleve al lugar equivocado.
Siempre dices "tomaré el siguiente, aquel que se pare por mí". Pero la vida no se para. Y tú sigues sin gustarte.
Pasas el tiempo esperando en la estación y alguien se acerca y pregunta "¿qué esperabas?" Tú lo miras con curiosidad, intentas analizar su alma antes de pronunciar "yo esperaba algo distinto".
Él arruga su frente: "¿Distinto a qué?"
"Lo siento, en eso no puedo ayudarte". Se hace el silencio porque ni tú lo sabes.
A veces eres tú quien se acerca. Tratabas de relativizar el tiempo con un vaso de alcohol y ahora llevas otros tantos en vena.
"Yo busco algo especial" le mientes a una ninfa eléctrica con sonrisa de demonio. Le mientes porque en realidad ni siquiera haces ni el esfuerzo de buscar nada. Ella no se da cuenta del engaño y cree que sabe a qué te refieres. Te da cinco minutos para que lo encuentres antes de saltar a su tren mientras tú la miras desaparecer. Añades otra a la lista. Un parche que no cura nada porque todavía no sabes dónde está la herida.
Sigues perdido en la estación con tus demonios. Los trenes pasan a tu alrededor y no te encuentras. No sabes a dónde quieres ir. Nunca lo sabrás, pero sigues imaginándote de camino con una brújula rota en la mano.
El problema no es que vivas en la estación, esperando algo que desconoces. El problema es que no quieres vivir ahí. No te gustas. Tienes una vida de la que quieres escapar. Te imaginas escapando. Eso alimenta tu esperanza. Imaginarte qué habrá más allá, a donde llegarás, te ayuda a levantarte de la cama cada mañana. Pero nunca escapas.
No te gustas. Aborreces tu vida y quién eres. Pero no sabes por qué. Sabes qué es lo que no quieres ser: lo que eres ahora, pero no sabes quién quieres ser ni a dónde quieres ir. Te has perdido entre tus miedos y heridas y no te encuentras.
Sin embargo, tampoco estás dispuesto a tomar ningún tren para responder tus preguntas, para averiguar qué es lo que quieres aunque tengas que equivocarte mil veces. Para correr hay que caerse. Ya lo dijo Einstein, para conseguir otros resultados hay que hacer algo distinto.
Yo esperaba algo distinto. Y la pregunta no era el distinto. La pregunta era la espera. Tenía que salir de mi propio interrogante pero solo se logra de una manera: tenía que saltar sobre cualquier tren, tenía que perseguir algo, porque perseguir ya es algo distinto a esperar.
Tal vez estaba persiguiendo algo equivocado y entonces era momento de cambiar de tren.
Pero cuanto más persigues, más cerca estás del camino que realmente quieres recorrer. Y probablemente no haya uno solo a lo largo de tu vida porque cada uno de ellos será algo que necesites en un momento determinado.
Te hará crecer, te hará cambiar y entonces irás por otros senderos que te alejen más de la estación. Llegarás lejos, verás otros paisajes, conocerás a otros demonios, convivirás con más fantasmas y lograrás deshacerte de ellos, siempre y cuando no te pares.
Y aun con todos los fantasmas, con todos tus miedos, con mil heridas más, con parches inútiles y otros tantos demonios, seguirás andando, porque comprenderás que andar, tropezarse, levantarse, correr y seguir es vivir. Y que solo cuando abandones la estación para comenzar tu vida, empezaras a convertirte en la persona que verdaderamente quieres ser.
No hay comentarios :
¿Qué opinas?