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La leña al juego

Carlos Salem

Ando sin gafas por la vida, yo, 
que siempre quiero verlo todo,
y estoy molesta, temerosa, en desacuerdo, 
borrosa en los espejos,
sedienta de deseos.

Necesitar es el verbo que más odio,
pero cuánto necesito que me necesites, 
que te falte un pedazo si estoy lejos, 
que me busques en un hueco de tu pecho y de tus ingles.

Puedo vivir sin ti si vivo al 10 por ciento,
puedo hacerme amiga de otras pieles, 
pero nunca ser su cómplice completo
y me niego a morir sin conocerte tanto por adentro, 
que me sigan sorprendiendo tus secretos. 

A estas alturas deberías saberlo:
quererme es como andar descalzo entre las brasas, 
dar tantos pasos sin quemarte, y de repente, 
de repente todo el fuego.

Quererte a ti es hacer de la vida una ruleta, 
jugar todas las fichas a un número que en cada giro cambia,
apostar contra el destino
y lograr que por una vez no vuelva a ganar la banca.

Pero si te descalzas de tus miedos
y yo dejo de revisarme los bolsillos,
si te desnudas de cualquier cordura,
y vacío el cenicero de mis dudas,
si de verdad echamos toda nuestra leña al juego,
vamos a conseguir que se ruborice el tiempo,
por vernos erróneos, incorrectos,
eternos
y felices.

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