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Si pudiera pedir un deseo

Me ha costado mucho retomar ciertos hábitos. Diría que años, si ellos supiesen medir el tiempo, pero si no llevas una vida encauzada, si improvisasquedas suspendido en una hoja en blanco. Yo soy un rehén de la vida. Si pudiera ser otra cosa, quisiera ser banal. Ya sabes, estar sentada en una cafetería de Londres, leyendo a algún autor lo bastante desconocido como para postear en Instagram, maravillándome entre sus páginas de un sufrimiento que jamás conoceré. Tan ajena al dolor... salvo si se trata de un hombre rompiéndome el corazón, eso sí que duele, pero eso es todo, más allá de ese horizonte el cielo casi siempre parece azul. Creyendo saber lo que es sentirse sola porque en mis acogedores instantes de lectura no están mis amigas, ellas, tan alegres como planas, como yo, poniendo morritos en la foto. Esa quisiera ser. Alguien que cree que se esforzó porque todo va bien, que la vida es justa. Que gana porque no juega al azar. Ser una parte orgullosa de esta sociedad pasivo agresiva que canaliza emociones a partir de una hipocresía malsana. Creerse especial porque eligió -sí, eligió, no le vino dado- pertenecer a una familia bien integrada y acomodada. Porque eso se elige ¿verdad? Cada uno es responsable de su discapacidad, del color de su piel, de su enfermedad, de su país de procedencia, de la humildad de sus padres... si no fuera así, no estaría bien poner normas a aquellas personas que no encajan en esta sociedad ideal que hemos construido. Y así de fácil es la felicidad si no tienes taras en apariencia. Es un cascarón vacío del que uno no tiene consciencia, ¿sabes? Vivir solo en dos dimensiones; creer únicamente en lo que está a la vista; olvidarse a menudo de que uno mismo no es perfecto, porque se evidencia de una manera obvia que los demás son menos perfectos que uno mismo, y especial mención a esa parte que lucha por pertenecer a nuestro genial mundo. Y hay derecho a regocijarse, a mirarles por encima del hombro, porque son diferentes, no están a la altura. Y sobre la maldad, bueno, quien cae en sus garras es porque quiere, porque fue demasiado descuidado, porque 'dime con quien andas y te diré quien eres', en definitiva porque no puso medios suficientes para evitar a los pocos psicópatas que hay en este mundo. No olvidemos que la mayoría de malvados están al otro lado del muro.
Yo también quisiera creer en todo aquello.


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