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Cuando poseí el mundo

Descubrí un lugar secreto dentro de mí que nunca había visitado. Una sensación nueva, un nuevo tipo de pasión, como quien descubre de un pellizco agudo la existencia. La sensación de vivir en un sueño y un rato más tarde, su despertar. Cuando estás bajo el cielo en una realidad a una distancia insalvable del mundo, del guión de lo conocido, de la rutina de saludos y despedidas que acontecen tras alguna huella, de la costumbre del tiempo transcurriendo a la misma velocidad mediocre sin dejarse atrapar. Yo aprendí una vez a moldearlo, a tenerlo a mi antojo... o quizá lo que estaba a mi antojo era lo demás. El hábito de tenerlo todo sin tener que nada. De pertenecer a todas partes y a ninguna. Cada emoción que me llenaba durante aquella vida estaba envuelta en un halo espontáneo, puro. No fuimos nada salvo libertad. Y ahora la libertad no es más que un recuerdo.


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